Nos lo enseñaron desde niños. Y así eran nuestros padres, fieles a una tradición noble, duradera y encomiable. El día 2 de noviembre, día de los difuntos. Y comentaban llenos de Fe y de Esperanza: "Hoy tenemos que rezar mucho, más que ningún día, por nuestros difuntos; pueden estar en el purgatorio y necesitan de nuestra oración, y con ellos debemos rezar por todas las almas del purgatorio en general". Era su enseñanza y su maravillosa teología, libre de palabras raras y complicadas, y llena de bondad cristiana y solidaridad con todos los difuntos. ¡Benditos aquellos padres y maestros de la doctrina cristiana!
Y hoy, ¿qué enseñamos a nuestros hijos? ¿Significa algo para los nuestros este día de difuntos? ¿En qué condensamos el recuerdo de los nuestros que ya no están con nosotros? Tengo y he tenido la suerte de haber escrito bastantes poemas sobre mis antepasados familiares y no familiares, ejemplos maravillosos de unos y otros con sus propias vidas. Efectivamente, ya no están con nosotros. "Pero no se han ido/. Su Fe y Esperanza/, y sus enseñanzas/, mantienen mi vida/, la vida en promesa"
Claro que vale la pena una visita al cementerio. Sin duda que el lugar favorece la oración por nuestros difuntos. Ahí como que nos sentimos más cerca de ellos y les prestamos nuestro apoyo con la oración y súplicas al Padre de todos, que está en el Cielo. Tampoco es de necesidad esa visita. En cualquier lugar, en la iglesia, de paseo por la calle, en nuestras casas podemos rezar por ellos. Y es que lo necesitan, nos lo ruegan..., nos necesitan. ¡BENDITA LA ENSEÑANZA DE NUESTROS MAYORES, que hoy hacemos presentes con tanto agrado!
¡FELIZ Y SANTO DÍA DE DIFUNTOS!
