Hace tiempo que deseo escribir algo sobre este tema que nos duele un día sí y otro también. Por supuesto que a todos nos produce escalofrío e indignación. El recuento de casos es verdaderamente preocupante. Pero quiero ir más lejos, o no tan cerca como pudiera parecer. ¿Quiénes provocan esos hechos? ¿Qué les ha movido a esa determinación que más tarde les va a doler toda la vida? Parece ser que la mayor parte de los casos se da entre parejas, y no entre matrimonios propiamente constituidos por una ley civil o por la iglesia. El caso a todas luces es que el varón acaba con la vida de su pareja de manera mortal. Papeleos, comentarios, juzgados, detenciones...
¿Qué sucedió antes del final de tan lamentable tragedia? Creo que conviene analizar muy por encima siquiera la vida de estas parejas..., y ver cómo se ha desarrollado su vida tiempo atrás. ¿Se comportaban ambos de una manera normal, como personas civilizadas, correctas, etc., etc.? Está claro que los conflictos no surgieron de la noche a la mañana. Posiblemente se faltaban al respeto, se amenazaban, incluso en presencia de los hijos, y el lenguaje entre ambos superaba todos los decibelios... Total..., lo sabemos, no podía esperarse un final sensato y deseable. Seguro que los insultos y demás eran los hábitos continuos.
No voy a pecar de ingenuidad ni en estos ni en otros casos a la orden del día, entre parejas o matrimonios legalmente constituidos. Sé de sobra que todo es más complejo de lo que pudiera pensarse. Se trata de un problema de nuestra sociedad, y más de la de hoy que de la de ayer. Se rompen matrimonios y parejas, se llega a extremos insospechados, y más, con cierta frecuencia, entre personas que jamás se hubiera pensado de ellas.
El espacio no me permite analizar las causas, posibles causas, pero no me resisto a traer a colación los consejos de San Pablo en su carta a los de Éfeso. Es posible que nos ayuden a superar momentos tensos que, desgraciadamente, sobreabundan en nuestras propias vidas. "Malas palabras no salgan de vuestra boca, vuestro hablar sea bueno, constructivo y oportuno; así haréis bien a los que os oyen... nada de rencores, coraje, cólera, voces ni insultos; desterrad eso y toda ojeriza. Unos con otros sed serviciales, compasivos, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó por Cristo".
Si tenemos un poco de Fe, esto sí que puede paliar los sinsabores de parejas o matrimonios, y hacer que vuelvan las aguas desbordadas a su cauce. De lo contrario, seguiremos cada día con más lamentaciones y, tal vez, con golpes de pecho tardíos.
