Hace algún tiempo me sorprendió esta frase al comienzo de un libro. Era algo así como la Dedicatoria. "Cuando un pueblo, o una sociedad, entra en crisis, siempre queda, como reserva espiritual, un "resto", humilde y desconocido, que al fin salva". Y continúa, "a ese "resto" de nuestra sociedad en crisis, que sufre en silencio, que ora y espera, ofrezco estas reflexiones". Sé de sobra que caben muchos interrogantes sobre ese "resto", humilde y desconocido. ¿Quiénes son? ¿Estamos entre ellos los que por privilegio infinito tenemos fe? Siempre he dicho, y lo vuelvo a rubricar, que la Fe es un Don de Dios inestimable, y que sólo por ella somos millonarios de cara a un camino y una meta. Tal vez, y peor para ellos, haya quien se mofe de tal afirmación. No me importa. Repetiré toda mi vida, y conmigo multitud, que la Fe es el regalo más grande que puede recibir toda persona gratuitamente y sin mérito alguno de nuestra parte.
Pero no quiero detenerme en la Fe en esta circunstancia. ¿Quién o quiénes son el "resto" humilde y desconocido que salva a la postre? Para mí la respuesta está fuera de duda, los que intentamos hacer oración, y si es de continuo, mejor, o por lo menos dedicamos un tiempo a orar. Los que oramos, ni más ni menos, como el Señor nos enseñó a orar. Las crisis pueden tener muchos matices, e instalarse en infinidad de lugares o pueblos -no digamos nada en las propias familias, lo cual no es descubrir nada nuevo. Las crisis -y cuánto hablamos de ellas en estos dos últimos años-pienso que deben hacerse frente con mil remedios o tácticas, y jamás ha de faltar el remedio de la oración humilde y confiada. Cuando en la vida nos afecta una enfermedad familiar o propia sin pensarlo dos veces, si tenemos fe y poquita formación, acudimos al Padre y le oramos. Incluso le decimos abiertamente que pase cuanto antes la mala noche. Más, es que Dios no nos sobra, le necesitamos y le pedimos que nos perdone haberle dejado de lado.
Pienso que vale la pena reflexionar que, está claro, en ese "resto" DESCONOCIDO, y humilde también nos encontramos nosotros; los que arañamos la fe, sea como sea, porque en el fondo sabemos que Él no nos va a fallar, y está con nosotros en todo momento.
