Y a la sombra de los castaños añosos de ese Monasterio de Sta. María de Carrizo de la Ribera (León), me sorprendió este poema, chorro fresco y silencioso, frente al arco románico de la puerta de la iglesia. Con la música de fondo del armonium, la salmodia de las monjas y los pájaros mañaneros impacientes saltando de rama en rama, la inspiración se abría el camino sola y sin esfuerzo humano.
NO HE LLEGADO a ver el rostro
ni a descubrir tu figura,
sólo sé de tu amor
y tu ternura.
Paseo de mañana y a tu vera
me riega esa frescura
de la divina fuente
que mana sin premura
y beban todos.
Aprecio tu amargura
al cabo de las horas
viendo que el agua pura
no es bebida en tu fuente,
siendo larga la noche y tan oscura.
Ten paciencia, Señor,
y alivia la ceguera en espesura.
Sigo confiando
que se ablande la tierra que está dura.
