Bastantes veces he ido de visita al Monasterio de Sta. María de Carrizo (León). Si no recuerdo mal, la portada de la Iglesia, verdadera joya del siglo XII, da la bienvenida a los visitantes ansiosos de oración y diálogo con Dios, Padre de todos, más creyentes o menos creyentes, por eso digo Padre de todos. Detrás de esos muros recios, sostenidos diariamente por cantos y salmos, y voces aparentemente humanas, sólo aparentes, viven la llamada de Dios unas cuantas mujeres procedentes de distintas provincias de nuestra península. A una de ellas, por no decir que a todas, hace muchos años le dediqué este poema que voy a recordar y hacer partícipe de él a todos mis amigos. Es que las flores del Císter desprenden tal perfume y oración que nos llega a todos, incluso sin pedirlo.
PERVIVENCIA
Una flor, cientos...,
una esperanza
en el Císter
de centenarias piedras.
Coto, jardín
de injertos que se funden
con la luz y silencio
que brotan de los salmos.
Hasta mí llega
el aroma sutil
que allí respiran,
saltando entre los siglos
y las cuidadas piedras.
Hoy te recuerdo,
(ayer te mencionaba),
por sentir ese aroma
en cualquier dirección.
Voces humanas, mística la estirpe,
que no marchitan.
Son las flores del Císter
que alientan una historia.
(A Pili Sánchez,
Monasterio Sta. María de Carrizo (León)
orbigosjusto@hotmail.com
