2 may 2011

MI PRIMERA COMUNIÓN

Otra vez, y por suerte, el recuerdo inolvidable que hacemos presente. Aquel año, ya un poco lejos, celebraba mi primera comunión. La fotografía de entonces -"qué inocencia de niño...", reportaje hecho en la capital leonina, conmemora el acontecimiento histórico y familiar que no olvidaré jamás. Los preparativos y recomendaciones espirituales y humanos, impulsados por aquella madre que sabía muy bien guiar y orientar a sus hijos, no tenían desperdicio. Está claro, eran otros tiempos y costumbres que -temiblemente- no volverán.
Ayer, más cercano, fueron mi hijos. Confío que lo recuerden...
Hoy, mañana, mi nieto. Todos nos hemos volcado en el periodiquito de ese día. También su padre y tíos tuvieron el suyo. El de su padre lleva esta leyenda bien concreta. Mi Primera Comunión. 28-6-87. Y a continuación el nombre y apellidos, y la Parroquia donde se celebró.
¿Para qué recordarlo? ¿Por qué mirar atrás?

Son acontecimientos que jalonan nuestra propia historia y que es bueno -yo diría aconsejable- recordar. La propia vida está compuesta de eventos gratos y no tan felices. Y sin duda, para los creyentes, uno de los más felices debiera ser la Primera Comunión. Aquel Encuentro e Invitación con el Señor, en quien creemos y de quien esperamos todo lo que vale la pena, debiera ser recordado con verdadero interés y alegría.
No, por favor, no se trata de ninguna ñoñería. Quien piense así alimenta un error. Es una vivencia memorable, entre las pocas que pueden dar seguridad y esperanza, henchida de gozo personal y familiar.
Que ese recordatorio o periódiquito, escrito con tanto mimo, se convierta en un CD entrañable que podamos escuchar muchas veces con inocente sonrisa. Es y fue todo un regalo.